jueves, 12 de febrero de 2009

Adiccion al amibar (II)


Algo hemos conseguido hacer bien en estas tierras desde el momento en que los indigenas descubrieron a Colon. Transformarnos nosotros mismos en otros seres mas suaves, mas comunicativos, mas disfrutadores de la vida. Lo explicaba una boricua anoche: aqui se celebra todo, incluso los huracanes. En cuanto pasa uno salimos a la calle a reencontrarnos con lo que ha dejado y cada cual saca lo que conserva para compartir.
Supongo que eso es lo que han pensado los de aca cuando vieron aparecer a la Troupe de Trapo, no porque el paso de "los discretos" se pueda comparar con los ciclones tipo Brunilda Garcia o Consuelo Saez Burgos o con olas profundas como Awilda Palau, que consiguio juntar cielo y tierra para traer a La Discreta a Puerto Rico, sino porque nuestros amigos boricuas guardan estupendamente ese necesidad de celebrar que estan vivos. Eso da vidilla a cualquier muerto viviente europeo que no acaba de ponerse de acuerdo con su propio ombligo ni soporta los ombligos de sus vecinos.
Los de la Troupe no son muertos vivientes, aunque hay ombligos notables, como en cualquier artista que se precie. Pero, con este publico, la mas modesta chica de coro puede sentirse primadona, asi que los componentes de la expedicion empiezan a creerse su condicion de artistas apreciados.


Cierto que algo de merito tienen: aun en comparacion con los productos locales (y todas las comparaciones son odiosas pero esta no, que esta hecha desde el respeto a la diversidad), el espectaculo de La Discreta (sobre el escenario, aunque fuera tambien)es admirable, o sea, que se puede ver con ojos agradecidos. Asi lo han visto aca y parece que las proximas comparecencias contaran con un creciente prestigio, porque hay quienes han prometido seguir la gira como si se tratara de un grupo de culto.



Hasta ahora no se ha podido ofrecer el espectaculo al completo por aquello de que se comparte escenario con otros artistas que tambien tienen muchas cosas que decir y, evidentemente, no es cosa de que tan enternecedor encuentro de orillas y seguidores de Julia de Burgos, se convierta en una version tropical del "Angel Exterminador". Pero la positiva tension artistica tiene curiosos efectos colaterales en forma de excitacion creativa. Pedro Marine quiere recrear un modelo de rumba tropical con hechuras de cantar de gesta que tambien puede llevarnos a lo del fraile que se quedo fuera del tiempo oyendo a un pajarito.



No menor importancia tienen los arreglos de ultima hora, al calor del clima y al cimbrear de las palmeras. El final de Rio Grande de Loiza contempla un riff que levanta olas y "El vuelo de mis pasos" alberga una despedida que va tomando aire de ceremonia de los Goya.

Para La Republica.es, Concha Gonzalez

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